
La falta de control sobre el mal humor tiende a resultar un problema de salud mental y física, dado que puede aumentar el estrés, la ansiedad y la presión arterial, entre otros efectos negativos.
Cuando estamos de mal humor, tendemos a ser más críticos y negativos con los demás, lo que puede llevar a discusiones y conflictos innecesarios. También podemos ser menos receptivos a las necesidades y sentimientos de otros, disminuyendo nuestro nivel de empatía y consideración por las otras personas.
Asimismo, el mal humor puede generar alejamiento de las personas que nos importan y son significativas para nuestra vida, dado que estando en esta actitud podemos tender a evitar interactuar con los demás, lo que puede llevar a una sensación de aislamiento y soledad, que al permanecer en el tiempo genera una profunda tristeza.
También puede ser difícil e incluso agotador para los demás estar cerca de alguien que está constantemente enojado o irritado, quienes sin saber cómo actuar ante esta actitud, prefieren tomar distancia en función de su propia preservación emocional.
Del otro lado, está el buen humor:
Cuando nos esforzamos por mantener una actitud positiva y compasiva, nuestras relaciones pueden fortalecerse. Las personas a menudo responden mejor cuando son tratadas con amabilidad y comprensión. También es más fácil resolver conflictos y encontrar soluciones cuando todos están abiertos a escuchar y considerar las opiniones de los demás.
Es muy importante tanto para nosotros mismos como para los demás, fomentar la actitud de buen humor y construir relaciones saludables y enriquecidas mutuamente. Las personas nos sentimos y respondemos mejor cuando habitamos espacios armoniosos y equilibrados y somos tratadas con amabilidad, comprensión y respeto.
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